Cómo evitar las malas compañías de los hijos
De repente, David ha cambiado de actitud: está más revoltoso, desobediente, insulta, dice algunas palabrotas, no escucha y hasta llegan quejas del colegio por su comportamiento agresivo con otros niños… En casa, la vida no ha cambiado y el ambiente es el de siempre, no hay tensiones pero… algo le pasa a David.
La influencia de los iguales: un proceso evolutivo natural
David ha hecho nuevas amistades (habla de niños y niñas que no conocemos como Manuel, Nerea…) y parece que esos nuevos amigos están siendo una influencia negativa para él...
En todas las culturas, aquello que guarda relación con lo prohibido suele tener cierto componente atractivo. La mayoría de los padres discriminamos y clasificamos cuando se trata de hablar sobre las amistades de nuestros hijos: «Dime con quién andas...». Esta preocupación es muy legítima pues, conforme crecen, los niños buscan su independencia y libertad para las tener amigos y, a veces, algunos de ellos no representan una influencia positiva, por lo que los niños viven experiencias que pueden resultarles perjudiciales.
Al final de la etapa infantil, los niños se identifican cada vez más con sus iguales y éstos pueden influenciarlos positiva o negativamente e, incluso, forzarlos a hacer algo que ellos no quieren hacer. Esta influencia es parte de la vida de casi todos los niños, están sujetos a ella y sucumben tarde o temprano. Aunque como padres no debemos coartar la libertad de nuestros hijos, sí hay ciertos pasos que podemos seguir para paliar el efecto de estas amistades «peligrosas».
¿Por qué las «malas compañías»?
Los niños se inclinan hacia las malas compañías por causas muy variadas: unos, por llamar la atención de sus padres o de sus otros amigos; otros, por la emoción que sienten al atreverse a hacer cosas «malas»; algunos, porque no tienen suficiente confianza en ellos mismos; otros, como una muestra de rebeldía…
Lo cierto es que, desde bastante pequeños, los niños tendrán que enfrentarse con ciertas presiones por parte del entorno en general, y de los compañeros en particular, que, de alguna manera, intentan influir en su comportamiento y no siempre de forma positiva. Esta influencia puede ser más notoria en los casos de niños con poca iniciativa y escasa capacidad de liderazgo pero, con apoyo, comunicación y trabajo, los padres pueden abordar la situación de una manera eficaz.
¿Cómo afrontar la situación?
La figura de los amigos es fundamental para el desarrollo de la identidad de los niños. Los amigos contribuyen a sentar las bases de aprendizaje de los límites, son útiles para aprender el significado del respeto y para el desarrollo de la intimidad emocional… Por lo tanto, conviene evitar las humillaciones e interferencias en la autonomía de nuestro hijo a la hora de elegir sus amigos.
Es muy importante que tengamos confianza en el trabajo que vamos realizando como padres y en los valores que hemos fomentado y que seguimos fomentando, dado que son el soporte necesario para la formación del criterio, imprescindible en la toma de decisiones correctas.
Evitaremos que nuestros hijos tomen caminos equivocados cuidando bien los vínculos que tenemos con ellos y mostrándonos abiertos a escucharlos y a recibir a sus amigos. Los niños que tienen una cercanía con sus padres recurren más a ellos cuando están inmersos en dudas, problemas o dificultades.
La importancia de la comunicación
La calidad de la comunicación padres-hijos es crucial cuando el niño o la niña han entablado una amistad poco deseable. Si la comunicación ha sido abierta y basada en la confianza, será posible un acercamiento a través del cual se logren conocer algunos de los motivos por los que el niño actúa de forma inadecuada. Ayudar a los hijos a comprender que tanto los adultos como los niños están sujetos a la influencia de los amigos, lograr que entiendan este proceso y también las emociones relacionadas con las presiones de las amistades, les capacitará para resistir las malas influencias.
En la práctica, no se puede alcanzar una perfecta comunicación de forma instantánea, ni podemos conseguir que, de un día para otro, los niños nos cuenten todo aquello que les preocupa. Lo lógico es empezar por temas intrascendentes, del día a día, sin fuerte carga emocional pero que sirvan para ir estableciendo una especie de rutina de intercambio de opiniones, de escucha mutua. En este proceso, se va consolidando la confianza necesaria para poder llegar a mantener conversaciones más francas y profundas.
Buscar una buena estrategia
Hay que encontrar los medios para evitar que los niños se pongan a la defensiva cuando les hablamos de sus amigos. Por ejemplo, no criticaremos a los amigos, sino su mala conducta. Del mismo modo, empezaremos por exponer los hechos objetivos («Cuando Nerea juega contigo, no respetáis las reglas y desobedecéis…») para, a continuación, tratar de encontrar la causa y charlar sobre la misma.
Si a pesar de nuestros esfuerzos, el niño sigue con sus nuevos amigos, lo más inteligente no es producir un corte radical o una taxativa prohibición de ir con ellos, ya que, lo más probable, es que la prohibición refuerce el comportamiento no deseado y el niño tenga una mayor inclinación a frecuentar esas compañías.
Si la situación se prolonga, es necesario mantenerse alerta, consultar al profesor o a la profesora y buscar nuevos recursos tales como invitar a casa a esos amigos para conocerlos mejor. Si vienen a casa a jugar o a pasar algún ratito un fin de semana, también conoceremos a sus padres y veremos el tipo de influencia que ejercen sobre sus hijos y si comparten los mismos valores y actitudes que nosotros.
Once consejos para enseñar al niño a elegir bien sus amistades
1 - Frecuentar lugares sanos y con entornos apropiados para su edad.
2 - Enseñarle a elegir a sus amigos, atendiendo a criterios importantes: su forma de ser, su comportamiento y sus aficiones.
3 - Promover en el niño un abanico amplio de amistades, valorando y respetando las diferencias.
4 - Conocer a los amigos de nuestro hijo, facilitar que vengan a casa, en ocasiones, a jugar o a reunirse.
5 - Inculcarle el respeto por el otro y también por él mismo y enseñarle a hacerse respetar por los demás con educación y convicción.
6 - Reforzar su autonomía y hacerle comprender la importancia de mantenerse fiel a sí mismo y a lo que ha aprendido en casa, con independencia del criterio de los otros.
7 - Enseñarle a apreciar las buenas acciones de otros niños con criterio y capaces de ser firmes; niños que se hacen respetar con educación.
8 - Enseñarle a decir «NO» coherentemente, a través del propio ejemplo. Le servirá de base formidable para cuando tenga que hacer lo propio en otros entornos.
9 - Mostrarle la necesidad de no ceder a las malas influencias, por los riesgos que llevan consigo.
10 - Tener preparadas en nuestra agenda una serie de actividades familiares donde se favorezca la comunicación entre padres e hijos.
11- Estar presentes: transmitir a nuestro hijo que siempre tendremos un espacio cada día para escucharle y compartir un tiempo con él.
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