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Trastornos del sueño en los niños

El sueño es imprescindible para el buen funcionamiento de nuestro organismo. Mientras dormimos, se producen importantes cambios metabólicos y hormonales que son cruciales para el bienestar físico, mental y emocional. Algunos trastornos del sueño, como el insomnio, pueden deberse a hábitos erróneos.

En muchas familias, la hora de ir a la cama de los niños es un auténtico drama. Los padres no saben qué hacer con un niño que se resiste a dormir y que se despierta varias veces durante la noche. Muchos de los adultos que son insomnes lo han sido desde pequeños, razón por la cual es imprescindible que los niños aprendan cuanto antes a dormir solos. Si no existen otros problemas adicionales, el pequeño debería ser capaz de hacerlo desde los seis meses, según los especialistas.

Mecerle en la cuna o en nuestros brazos, o dejarle dormir en la cama con los padres, no son precisamente las mejores soluciones para que el niño aprenda a hacerlo cuanto antes.

Según Victoria de la Fuente, psicóloga de la Unidad del Sueño del Instituto Dexeus, si un niño de corta edad duerme mal, “durante el día se muestra más irritable, más excitado y más dependiente de la madre”. En la edad escolar, la falta de sueño repercute negativamente en toda su actividad, ya que tendrá dificultades para concentrarse y aprender.

Atacar el insomnio

Según el doctor Eduardo Estivill, director de la Unidad de Alteraciones del Sueño del Instituto Dexeus de Barcelona y autor, junto a Sylvia de Béjar, del libro Duérmete, niño, el 98% de los casos de insomnio infantil se deben a hábitos erróneos, como que no duerma solo, o a frecuentes despertares nocturnos, sueño superficial…

Pero, además del insomnio, hay otra serie de trastornos que interfieren en la calidad del sueño, como son las pesadillas, el sonambulismo, los terrores nocturnos o la enuresis (mojar la cama).

Sonambulismo

Ocurre durante las 3-4 primeras horas de sueño. El niño suele sentarse en la cama con los ojos abiertos y una expresión de admiración o sorpresa; también puede caminar por la casa. Este trastorno, del que no recuerda nada después, no acarrea ninguna complicación.

Se debe conducir al niño hacia la cama, sin despertarlo, ya que duerme profundamente. Si se le despertara en ese momento, se aturdiría, porque no sabría qué es lo que ocurre. Las causas del sonambulismo no se conocen, aunque sí está comprobado que hay un componente hereditario. No hay ningún tratamiento porque va desapareciendo con la edad.

Pesadillas

Son sueños que generan ansiedad en el niño, que se despierta angustiado y con miedo. Ocurre en la segunda mitad de la noche, casi al amanecer. Por lo general, las pesadillas están relacionadas con algo externo que ha causado su inquietud: una pelea con un compañero, una película que le ha impresionado, miedo al colegio…

Ante estos episodios es preciso tranquilizar al niño y procurarle seguridad. Los expertos aconsejan hablar con él sobre sus temores y no forzarle a enfrentarse a ellos.

Terrores nocturnos

Son más que una pesadilla: el niño se despierta bruscamente y empieza a gritar, está completamente aterrorizado y es incapaz de conectar con la realidad. Para los padres supone una fuerte impresión y, a veces, no saben cómo reaccionar. El niño, por el contrario, no es consciente de lo que ocurre porque está profundamente dormido.

No hay que intentar despertarlo, porque además es muy difícil. Es mejor permanecer a su lado para vigilar que no se caiga, ni se mueva. Al igual que las pesadillas, los terrores nocturnos suelen aparecer alrededor de los 2-3 años y ceden al llegar a la adolescencia.

Otros trastornos

Bruxismo. También conocido como rechinar de dientes. Se produce por la tensión acumulada en la zona de la mandíbula y suele desaparecer con la edad, pero si es persistente y provoca daños en los dientes, habrá que emplear una prótesis dentaria.

Somniloquia. Hablar, reír, llorar, gritar… en sueños. Lo habitual es que el niño pronuncie palabras sueltas y que no recuerde nada después. No supone ningún problema, salvo para la persona con la que comparta habitación.

Movimientos de automecimiento. Los más frecuentes son los golpes de la cabeza contra la almohada y el balanceo de todo el cuerpo, que suelen ir acompañados de sonidos guturales. Se inicia hacia los 9 meses y desaparece con la edad.

Ronquidos. Los niños también roncan, se calcula que lo hace entre el 7 y el 10% de ellos, aunque generalmente la causa suele ser un problema de anginas o vegetaciones.

La siesta, “sagrada”

El doctor Estivill es un defensor de la siesta a cualquier edad, pero más aún en las tempranas. “Además de dormir bien por la noche, los niños necesitan un alto durante el día para reponer la energía gastada”, afirma. El tiempo dependerá de la edad, mucho más larga en el recién nacido y un breve descanso en las guarderías.

Lo que deben dormir

Hasta los 6 meses: entre 17 y 14 horas
De 6 a 18 meses: 13 horas y media
A los 2 años: 13 horas
A los 3 años: 12 horas
A los 4 años: 11 horas y media
A los 5 años: 11 horas
Hasta los 10-11 años: 10-12 horas.

No es una regla matemática, algunos niños necesitan menos horas y otros más, sin que ello repercuta en su actividad diaria.

La alimentación para dormir mejor

• Los hidratos de carbono favorecen el sueño: la pasta, el arroz, las legumbres, el pan, la fruta, los vegetales.
• Vitamina B6, frutos secos, huevos, legumbres, espinacas.
• Acidos grasos poliinsaturados: aceite de oliva, salmón, caballa, atún, sardinas.

Alteran el sueño

• Los estimulantes (bebidas con cafeína).
• Postres y dulces.
• Proteínas (carnes y pescados). Conviene tomarlos mejor durante el día.

Educar el hábito del sueño

• Mantener siempre los mismos horarios de comidas y de descanso.
• Respetar un rito a la hora de acostarse, como contarle un cuento, acompañarle de su juguete o muñeco preferido…, pero no para que se duerma, sino para que lo asocie con un momento agradable antes de conciliar el sueño.
• Los padres deben procurar salir de la habitación antes de que el niño se haya dormido.
• Si llora, deben entrar a pequeños intervalos: la primera vez después de 1 minuto de llanto, la segunda a los 3 minutos y así sucesivamente, sin llegar a estar nunca más de 5 minutos. No es para que se duerma, sino para darle confianza y vea que no ha sido abandonado.

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